Él sabía que ella nunca había sido feliz. Al igual que sabía como eran sus sonrisas sinceras, como saben sus mejillas al morderlas. Él sabía todo lo que guardaba dentro, como pocos lo sabían.
Sabía a qué sabían las lágrimas que ella derramaba. Sabía lo bien que le sentaban las sonrisas después de llorar. Por eso nunca se alejó del todo, porque sabía que ella le necesitaba. Como al sol. Y los abrazos y las risas. Y las tonterías. Las miradas de complicidad y las carcajadas. Y las canciones...
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