" Uno escribe su propia vida, sólo que, por pudor, la escribe en jeroglífico."
Francisco Ayala.

31 ago 2010

Personas como tú y como yo.


Si un extraterrestre hubiese venido a la Tierra el 11 de Julio de 2010 a eso de las 20:30 no hubiese entendido nada. Veintidós hombres, en pantalón corto corriendo detrás de una pelota y millones y millones y millones y millones de personas embobadas mirándoles. Seguramente al extraterrestre le parecería la cosa más tonta del mundo, de hecho, lo es. Pero lo que no lo es es la felicidad que puede producir a personas que no han ganado aquel partido. Una felicidad comparable a nada. Ellos, veintitrés jugadores, más el seleccionador, más cuerpo técnico son capaces de hacer inmensamente felices a millones de personas. Y eso no es ninguna tontería. Son personas como tú y como yo... personas normales... si les pinchas sangran, y nos olvidamos de ello, cuando están en el campo nos olvidamos de ello. Dioses. Eso es lo que parecen... dioses. Únicos. Poderosos. Invencibles. Capaces de unir a un país dividido por naturaleza. Un país, que esta vez, se lo merecía más que nadie. Por su juego y su dedicación. Su garra y su pasión. Por su lucha. Y sobre todo por su ilusión y sus fracasos. Porque España solo ha vivido fracasos. Año tras año. Mundial tras mundial. Fracaso. Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once, doce, trece, catorce, quince y hasta dieciséis fracasos. Sesenta y seis años de fracasos. Y un país resignado. Avergonzado de ser español. Sesenta y seis años viendo como otros jugaban una final. Viendo como la ganaban. Y esta vez... Esta vez sí. Esta vez somos nosotros. Y después de sesenta y seis años de fracasos, de penaltis fallados, de goles anulados y de narices rotas, después de todo esto... España es campeona del mundo entero. Increíble, ¿verdad? Y son personas tan normales como tú, como yo y como toda España. Todos esos que ahora sí que pueden estar orgullosos de ser españoles a lo que a fútbol se refiere. Sí, ahora sí que sí. Ahora somos nosotros los que gritamos y lloramos de felicidad eterna. Porque ahora, esta selección será eterna. Y siempre, siempre, siempre se recordará a España como campeona del mundial de 2010. Y este país... Este país agradece a sus héroes todo el esfuerzo, toda la lucha. GRACIAS CAMPEONES.
Iker Casillas Fernández, Raúl Albiol Totajada, Gerdad Piqué Bernabeu, Carlos Marchena López, Carles Puyol Saforcada, Andrés Iniesta Luján, David Villa Sánchez, Xavier Hernández Creus, Fernando José Torres Sanz, Francesc Fábregas Soler, Joan Capdevila Méndez, Víctor Valdés Arribas, Juan Manuel Mata García, Xabier Alonso Olano, Sergio Ramos García, Sergio Busquets Burgos, Álvaro Arbeloa Coca, Pedro Rodríguez Ledesma, Fernando Llorente Torres, Javier Martínez Aguinaga, David Josué Jiménez Silva, Jesús Navas González y José Manuel Reina Páez... GRACIAS.

Susana Bailén

15 ago 2010

Miedo.

Por eso ella nunca llegó. Porque sabía lo que sucedería. Sabía… quién era él. Y no lo dijo nunca. Siempre lo calló. Para hacer como si no existiera… para hacer como si nunca hubiese existido. Siempre tuvo miedo. Miedo. Miedo al amor. A él nunca. Porque sabía quién era él. Le conocía. Como conocía su sonrisa. Y su manera de saber… lo que tenía que decir. Él, siempre la quiso. Como quién quiere a su propia vida. Como quién sabe lo que quiere a cada instante. Y él… él sabía quién era él. Y por supuesto… sabía quién era ella. Y el amor no se puede comprar como se compra el pan. Y ellos se querían. Como se quieren dos enamorados. Y eran tan jóvenes que no supieron apreciarlo. No sabían amar. Y mucho menos su significado. Y por eso ella nunca llegó. Porque al escuchar su voz… al escuchar “Luego nos vemos”, supo que estaba enamorada. Y entonces… entonces tuvo mucho miedo. Porque ella no sabía amar. Y él, él mucho menos. Nunca supo amar. Nunca supo estar enamorado. Pero él… la miraba y sabía que estaba enamorado. Pensaba en ella… y sabía que estaba enamorado. Pero no tenía miedo. Él nunca tuvo miedo. Porque le gustaba arriesgar. Experimentar. Y lanzarse a la aventura. Porque tenía ganas de aprender a amar. Y mucho más… de ser amado. Porque se quería a sí mismo. Y sabía quién era él y lo que quería. Por eso esperó. Esperó hasta el amanecer. Y no apareció. En ese lugar, en ese instante… se consumió. Y se querían como nadie… como quien evita lo inevitable. Como quien sabe que hay cosas que han de pasar. Y aquella noche de verano… se quedaron sentados. Cada uno en un rincón de la ciudad. Esperando a que amaneciera… a que fuera otro día. Esperando a que el miedo desapareciese.