Después del sexo todo se ve distinto. El deseo cede espacio a la fatiga. Se puede observar el eco del placer. La euforia se apodera de nuestro cuerpo.
Después del sexo todo se ve distinto. Incluso nuestra pareja nos puede resultar distinta. Quizás, hasta más bella. Quizás, hasta la única hermosa.
- Quizás esto que te vaya a decir pueda estar fuera de lugar y de hecho, disculpa si te sienta mal, pero... te quiero.
Y ella... no puede evitar echarse a reir.
- Repitelo.
- Te quiero. Pero tomate esto en serio, por favor.
Y lo mira, y se enternece. Nunca lo había visto así. Y le gusta, le gusta mucho.
- Me lo tomo mucho más en serio de lo que crees.
- Me alegro. - Y suelta una sonrisa, por fin. - Pero no me has dicho nada...
- ¿Qué quieres que te diga?
- Pues no sé... si tú me quieres...
- No me lo has preguntado. Pregúntamelo.
- ¿Me quieres?
Y entonces esboza una sonrisa de esas que le dejan mudo.
- Sí, te quiero.
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