" Uno escribe su propia vida, sólo que, por pudor, la escribe en jeroglífico."
Francisco Ayala.

30 ene 2011

Ni hablar.

Sin decir nada a nadie me adentro en mis recuerdos. Sé que no ha sido fácil, pero ahora... Ahora que he llegado hasta aquí no voy a rendirme.

29 ene 2011

Ignorancia.

Porque a veces es mejor no saber nada. Y preguntar, es a veces, una tarea estúpida. No saber, no pensar, no entender. Ignorar lo sabido, enterrarlo en el fondo de una gran fosa construida por tus propias manos, para no recordarlo, para no saber, para no comprenderlo. Porque a veces es mejor no saber nada. Y alejarte del terror, del horror de saber. Para no descubrir nunca la verdad, la fétida verdad. Quemar los libros, las escrituras, la historia. Ver arder el pasado, el ayer, lo lejano y no tan lejano. Para no saber nada, para vivir sin saberlo, para vivir siendo un completo ignorante. Porque a veces es mejor no saber nada. No esforzarse por saber. Vivir sin saber, en la ignorancia. En el desconocimiento. Ignorancia. Necesaria ignorancia. Aquella que no se te pega en la piel. Que no te hace recordar. Lo que sabes. Esa bendita ignorancia que todos anhelan al saber. Y qué grande aquel que ignora el pasado. Qué grande su fuerza de voluntad. Su felicidad. Porque es eso, la felicidad. El que ignora es feliz. Porque muchas veces, es mejor no saber nada.

27 ene 2011

Ahora.

Cuando por fín soy libre. Ahora, es cuando mejor me siento.

25 ene 2011

Playas II

- ¡Mira lo que hago!
Y se sumerge bajo el agua. De pronto, como por arte de magia, surgen a la superficie pequeñas burbujitas.
- ¿Las has visto?
Su pelo rubio, mojado, cae sobre su cara. Y ella, con la sonrisa en la cara, se lo aparta hacia atrás.
- ¿Las has visto? Si quieres hago más...
Y se vuelve a sumergir antes de que yo diga nada. Parece pequeña y frágil, pero solo yo sé que no lo es del todo.
- ¿A que es divertido?
Parece tan feliz con sus burbujitas que siento miedo. Ríe. Ríe sin parar. Y se sumerge en el agua. Bucea un rato. Y luego vuelve. Se abraza a mí, como una lapa, ansiosa de cariño. Y se lo doy. Porque en estos momentos, todo mi amor es su suyo. Todo el amor que guarda en su pequeño cuerpo me basta para vivir. Y su risa, su risa es mi alimento.

- Mamá, ¿cuánto tiempo nos vamos a quedar aquí?. - Dice enrollada en la toalla.
- Ahora vivimos aquí, cariño.
- Me gusta este sitio. El hombre del bar me ha dicho que aquí siempre es verano. ¿Es verdad?
- Sí, de algún modo, sí.
- ¿Y papá? ¿Va a vivir aquí papá?
- No, cariño, papá se queda en Madrid.
Y al decir eso, noto la tisteza en su cara.
- Pero vendrá a vernos, Núria. Además, aquí la escuela es muy bonita, y la maestra es muy simpática. Y podrás nadar en la playa siempre que quieras, te lo prometo.
- Me gusta la playa. ¡Y nadar! - Y se echa a reír, como solo ella sabe hacer.

23 ene 2011

Playas.

-¡Cógeme si puedes!
Y echó a correr. Corría riendo. Por la arena. En aquella playa paradisiaca. Lejos de todo. Donde solo estaban ella y él.
Y él la observó correr durante unos segundos. Ese bikini le sentaba genial. Y su risa... su risa era su universo. Y entonces decidió ir tras ella. Tras la sonrisa más bonita del mundo.
Corrieron hacia mar, riendo, amándose. Y cuando él por fín pudo alcanzarla la rodeo con sus brazos y se hundieron juntos bajo el mar, abrazados. Nadaron solos durante horas, siempre juntos... dándose mil besos. Porque se querían. Se querían mucho.

- No quiero que esto se acabe nunca, ¿sabes?. - Dijo él mientras la besaba.
- Puedes estar seguro de que nunca acabará. ¿Sabes por qué?
- ¿Por qué?.- Y la estrechó más aún entre sus brazos.
- Porque lo que siento por ti no lo he sentido jamás. Porque sé que eres tú... Sé, que aunque a veces te odie, eres el amor de mi vida. Y jamás te sustituiré por nadie.
Y entonces él no supo que decir, solo pudo abrazarla... cada vez más fuerte.

A veces...

A veces siento que le echo de menos. Incluso puedo escuchar su voz pidiendome que no tenga miedo, que él está aquí... conmigo. Puedo sentir sus manos cogiendo las mías, sosteniéndolas, acariciándolas. Y sus labios... rozando los míos, besándome.
Y a veces creo que le echo de menos. Cuando llego a casa y sé que no va a llamar. Que no va a estar. Para regalarme su risa, y con ella el mundo entero. Para decirme que todo irá bien. Que él me esperará, porque siempre va a estar allí.
A veces, muchas quizás, sé que le echo de menos.
Pero otras veces, otras veces siento que él no es para mí, e incluso le llego a odiar. Que vivimos mundos distintos. Y que habrá alguien que me quiera más que él. Que él no me merece. Y que jamás me ha sabido querer.
Pero lo cierto es que le echo de menos, quizás algún día encuentre a alguien mejor que me sepa querer y en quien pensar siempre, pero ahora es él el que ocupa mi mente. Debo ser muy masoquista, pero me gusta pensar que algún día volverá a doblar esa esquina. Y volverá a hacerme feliz.