" Uno escribe su propia vida, sólo que, por pudor, la escribe en jeroglífico."
Francisco Ayala.

14 dic 2010

Barrera al corazón.


Su vida ya no era suya. Y eso era el horror. El miedo. La angustia. Su vida ya no era suya y no había sido consciente hasta ahora. Marina ya no era Marina. Había vendido su nombre. Su identidad. ¿Y quién le iba a decir que la traicionarían de ese modo? Marina siempre creyó en la bondad de las personas. En las buenas intenciones. Pero ahora su vida ya no era suya. Y esa era la verdad. Ella ya no era ella.
Se sentó en el suelo de ese cuarto mal oliente, apoyó su espalda contra la pared y pegó sus piernas a su pecho. Se cubrió la cara con sus manos. Y echó a llorar. Lloró como no lo hacía en mucho tiempo. Ella, una mujer madura. Una mujer que se había convertido en hielo. Una mujer que congeló su corazón. Y estaba llorando. Como nunca. Como siempre. Lloraba por el horror, el miedo y la angustia. Pero también por la desesperación, la impotencia y sobretodo el dolor. Le dolía la traición al igual que le dolía su fallo. ¡Ella que lo tenía todo bajo control! Y lloraba, porque no sabía que iba a ser de ella. Estaba lejos. Muy lejos. De su casa, de su mundo, de su vida. No tenía a quien llorar. Y por eso también lloraba, por la soledad.
Pasó mucho tiempo llorando, encerrada en aquel cuarto.
Cuando dejó de llorar se sentía mucho mejor. Casi no recordaba esa sensación, y por ello se sintió muy mal. Se acostó en suelo y se entretuvo mirando la bombilla de la habitación. Le gustaba no pensar en nada. Así se evadía de los problemas. Aunque hacía mucho que no los tenía... no era feliz. Había logrado construir una barrera para su corazón, lo que hacía que no sientiera dolor, ni amor. Y no era feliz. Pero esto, quitarle la vida de este modo... había destruido la barrera que contruyó poco a poco, con mucho esfuerzo. Y eso es lo que más le dolió de todo.
Lo que Marina no sabía es que con el tiempo se daría cuenta de que esto... es lo mejor que le pudo haber sucedido.

2 comentarios:

  1. No siempre está bien eso de protegernos con un escudo, porque muchas de las veces dejamos de sentir y pasamos a ser fríos, le tenemos miedo a los sentientos, y ahí es, cuando nos perdemos muchas cosas de la vida.

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