Tú te me escapas. Como el ave que vuela no sabe dónde. Te me escapas. De nuevo. Una vez tras otra. ¿Y qué hago yo? Esperar a que vuelvas. Pero esta vez sé que nunca lo harás. Te me escapas. Y vuelas. Hacia no sabes dónde. Vuelas. Libre. A tu aire. Y nunca volverás. Y te vas. Te alejas aún más. Rio abajo. Como el agua que corre. Corriente de agua. Libre y clara. Retenerte siempre ha estado bien. Pero ahora es diferente. Porque nunca volverás. Y te me vas. Te escapas. Y te dejo ir. Involuntariamente. Para que corras y seas feliz. Como siempre lo has sido. Y ya nunca volverás. Porque no. Porque no lo deseas. Y ya no estarás a mi alcance. Para verte siempre que quiera. Para hablarte. Y escucharte. Porque la vida cambia. Pero el pasado nunca muere. Y siento que te pierdo. Cada vez más. Y me echo las culpas. Para no sentirme tan mal. Y lloro. Lloro al pensar en ti. Lloro de nostalgia. Y dolor anticipado. Lloro por el mañana que nunca será. Y por el pasado que siempre fue. Y sonrío al pensar en ti. Porque fuimos felices. Y porque lo volveremos a ser. Me gustaría seguir tus pasos. Pero me contengo. Porque yo no sé volar. Y podría morir. Y te me escapas. Como siempre. Como nunca. Y ya no volverás. Nunca jamás. Y quisiera poder esperar. Pero no debo. Te vas. Para siempre quizás. Y quien sabe si te volveré a ver- Te me escapas como quien deja su hogar. Como quien vive su propia vida. Y yo no puedo-debo hacer nada. Porque no. Porque no puedo. Porque no debo. Porque, yo, ya te doy por perdido.
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