" Uno escribe su propia vida, sólo que, por pudor, la escribe en jeroglífico."
Francisco Ayala.

30 dic 2010

2010.

- No puedes acabar el año pensando que el 2010 ha sido un mal año. No lo voy a permitir ¿sabes? Debes entender que lo malo en algo bueno se convierte siempre y que de todo esto has aprendido mucho, muchísimo. ¿No te has dado cuenta? Eres una persona distinta a la que empezó este año. Ahora eres mucho más feliz. ¿O no? ¿Acaso ahora no sonríes de verdad? ¿De felicidad? Mírate. Has aprendido a quererte. A mimarte. A comprender que para querer a alguien, primero te tienes que querer a ti misma. Y vuelvete a mirar. ¿Acaso al finalizar este año no estás más guapa? Ya no tienes esa cara de enferma, de debilidad. Puede que lo hayas pasado mal, muy mal, pero eso no quita, ni mucho menos, que hayas pasado un mal año. Al contrario. Es posible que cuando recuerdes el 2010 pienses en dolor y lágrimas, pero también recordarás como ese dolor y esas lágrimas consiguieron abrirte los ojos, cambiar eso que te hacía sentirte así. Y por eso no lo voy a permitir. No señor. Este año ha sido uno de los mejores de tu vida, y tienes que admitirlo. Has aprendido mucho, y lo sabes. Has aprendido a llorar, que es muy importante. Y a reír también. Pero lo más importante de todo es que has aprendido a ser feliz. Y eso, por muchos años que pasen, buenos y peores, jamás, nada ni nadie, te lo va a arrebatar. Así que sal ahí y celebra que vas a acabar un buen año, pero sobretodo que va a empezar un año mejor. ¿De acuerdo?

- De acuerdo.

8 de Febrero de 2010


Y de repente un día encuentras a una persona a la que miras y te preguntas a ti misma “¿De dónde coño ha salido?” Pero no encuentras respuesta. Tal vez él se pregunte lo mismo. Total, sois casi iguales.
Y sé que esa persona no me fallará nunca, porque también sé que yo no le fallaré nunca, y si lo hago, no me gustaría seguir viviendo. Porque esa persona es la persona que más me ha entendido en este mundo, a la que le puedo contar todo y la que mejor consejos me ha dado. La que siempre me entiende cuando doy una opinión, la que casi siempre la comparte. La que está a mi lado cuando lo paso mal. Y la que está cuando lo paso bien. La que me da las razones para seguir luchando siempre. A la que le puedo contar historias oscuras de este país y que le estremezcan tanto como a mí. Con la que podré celebrar un día la tercera república española. Con la que podré entonar La Internacional sin que me mire como a un bicho raro. Con la que me gustaría poder hablar sobre lo que significó mi abuelo para mí, y porque sé que le hubiese encantado mi abuelo. Porque somos almas gemelas y aún me parece increíble haber encontrado un familiar que se parezca tanto a mí, después de haber dado por perdida esa batalla.
Y ¿sabes primo? Hoy 8 de febrero de 2010 hace justo un año que murió la primera persona que encontré que me entendía cada vez que hablaba de repúblicas y blasfemaba contra curas e iglesia, pero también hace 17 años que nació la segunda persona que más me ha entendido en este mundo, y es eso lo que hace que este día sea uno de los días más especiales de mi vida.
GRACIAS POR EXISTIR.
T’ESTIME (L)

14 dic 2010

Barrera al corazón.


Su vida ya no era suya. Y eso era el horror. El miedo. La angustia. Su vida ya no era suya y no había sido consciente hasta ahora. Marina ya no era Marina. Había vendido su nombre. Su identidad. ¿Y quién le iba a decir que la traicionarían de ese modo? Marina siempre creyó en la bondad de las personas. En las buenas intenciones. Pero ahora su vida ya no era suya. Y esa era la verdad. Ella ya no era ella.
Se sentó en el suelo de ese cuarto mal oliente, apoyó su espalda contra la pared y pegó sus piernas a su pecho. Se cubrió la cara con sus manos. Y echó a llorar. Lloró como no lo hacía en mucho tiempo. Ella, una mujer madura. Una mujer que se había convertido en hielo. Una mujer que congeló su corazón. Y estaba llorando. Como nunca. Como siempre. Lloraba por el horror, el miedo y la angustia. Pero también por la desesperación, la impotencia y sobretodo el dolor. Le dolía la traición al igual que le dolía su fallo. ¡Ella que lo tenía todo bajo control! Y lloraba, porque no sabía que iba a ser de ella. Estaba lejos. Muy lejos. De su casa, de su mundo, de su vida. No tenía a quien llorar. Y por eso también lloraba, por la soledad.
Pasó mucho tiempo llorando, encerrada en aquel cuarto.
Cuando dejó de llorar se sentía mucho mejor. Casi no recordaba esa sensación, y por ello se sintió muy mal. Se acostó en suelo y se entretuvo mirando la bombilla de la habitación. Le gustaba no pensar en nada. Así se evadía de los problemas. Aunque hacía mucho que no los tenía... no era feliz. Había logrado construir una barrera para su corazón, lo que hacía que no sientiera dolor, ni amor. Y no era feliz. Pero esto, quitarle la vida de este modo... había destruido la barrera que contruyó poco a poco, con mucho esfuerzo. Y eso es lo que más le dolió de todo.
Lo que Marina no sabía es que con el tiempo se daría cuenta de que esto... es lo mejor que le pudo haber sucedido.

7 dic 2010

Culpa mía.

Culpa mía. Lo admito, es culpa mía. Culpa mía por creer en sueños. Por no vivir en la Tierra. Por querer volar siempre. Es culpa mía.