" Uno escribe su propia vida, sólo que, por pudor, la escribe en jeroglífico."
Francisco Ayala.

28 abr 2011

Cuando sobran las palabras.

Hay momentos en los que sobran las palabras. En los que una mirada es suficiente. En los que una sonrisa en capaz de hablar. Hay momentos en los que no sabes que decir. En los que la situación es tan indescriptible que las palabras vuelan de tu boca.
Aquel momento fue uno de ellos.
Me había pasado todo el día quejándome. Digamos que había sido un día realmente malo. Para empezar, Carlos me había llevado al puerto, no sabía que Javi y yo nos conocimos allí. Había reservado en un restaurante donde solo cocinaban pescado, tampoco sabía que soy alérgica. Y me había comprado una caja de bombones, no, tampoco sabía que no me gusta el chocolate. Después de estas y otras más chapuzas, la cara de Carlos era un poema. Me sentía culpable, muy culpable. Aunque aún no entendía por qué. Carlos lo había preparado todo con mucha ilusión y yo se lo estaba fastidiando.
Estabamos sentados en la orilla del mar. El agua empapaba nuestros pies fríos. La luna estaba llena.
- ¿Sabes? Creo que estoy echando a perder la gran oportunidad de mi vida. - Dijo fríamente y sin apenas mirarme.
- Pero... ¿por qué lo dices?
- Por tu cara. Se te nota que no estás contenta conmigo.
- Eso no es cierto - Y realmente no lo era.- Estoy contenta contigo, y muy a gusto además.
- Te quiero Lucía.

Y ya no supe qué decir.

25 abr 2011

Sucede que a veces...

Sucede que a veces llueve durante mucho tiempo. Que el sol tarda en salir. Y los días son siempre grises.
Sucede que a veces la vida se complica. Y el aire se vuelve imposible. Las palabras no alcanzan. Y todo es muy triste.
Sucede que a veces no estamos preparados para vivir. Y es complicado. Complicado de explicar y complicado de entender. Y te sientes sola, tan sola que pareces no existir. Que el mundo se ha olvidado de tí. Que tú no mereces estar aquí. Y quieres huir, huir muy lejos. A otro lugar. Donde alguien sea capaz de entenderlo. De entender que te cuesta vivir. De entender que te sientes muy sola.
Sucede que a veces tienes tantas ganas de huir que quieres morir.

19 abr 2011

Patriota de este país.


No eres más español por llevar una bandera en la muñeca. Ni por gritar "Arriba España". Odiar a catalanes y vascos no te hacen más español.
Yo no soy menos española por ser de izquierdas. Por creer en el progreso y la libertad. No soy menos española por pensar que los inmigrantes no son delincuentes.
Querido patriota de este país, no eres más patriota por criticar la España de Zapatero. Ni defender a la Iglesia Católica. Querido españolito, no soy menos patriota que tú por ser republicana. Por no querer a tu rey.
Patriota de este país, he de reconocer que me produce risa tu patriotismo. Apuesto a que poco conoces de nuestro país. Mucho menos de su historia. Querido patriota que se emociona al escuchar el himno nacional, a mí nunca me ha emocionado y no por ello soy menos española.
Amo a este país. A España. Quizás más que tú. Quizás esas personas que huyen de lo patriótico sean mucho más patriotas que tú. Porque quieren una España mejor. Porque admiran a esta España tanto como la admiro yo, aunque aún no lo sepan, por su historia. Querido patriota, España es muchas Españas a la vez y no por ello es menos España. España es grande como ella sola. Y ser patriota es mucho más que tener una bandera en casa y decir que amas a España.
Quiero que quede bien claro que admirar a Franco no te hace ser más español, ni mucho menos. Yo admiro a Dolores Ibárruri, y no por ello soy menos española.
Querido patriota del siglo XXI, aprende a amar a tu patria de verdad. No hay nada peor que un joven patriota e inculto.
Yo, con mi admirada Pasionaria, mi Himno de Riego y mi bandera tricolor seguiré diciendo que soy tan española como cualquiera.

16 abr 2011

Nada más.

Sube el volumen de la radio. No quiere escuchar nada. A nadie. Sube el volumen de la radio y se convierte en música. Se deja llevar. Baila. Canta. Al ritmo de la música. Y nada más importa. Nada más.

11 abr 2011

Vida nueva.

Me despierto desnuda. Es domingo. Me levanto y corro hacia el armario. Me pongo unos pantalones negros y cortos de deporte y una camiseta azul básica de manga corta. Descalza, camino hasta la cocina. Puedo sentir el dolor del frío en mis pies, pero continuo hasta la encimera de la cocina. Cojo un vaso de cristal, y lo lleno de leche bien fría. Me apoyo en la encimera y entonces... me pongo a pensar.
Anoche había salido de fiesta. Me había graduado. Bailamos, reímos y bebimos. Nos lo pasamos realmente bien. Había comunicado a mis mejores amigos mi decisión de ir a estudiar fuera. Lloramos. Lloramos mucho. Y recordamos. Cada lágrima, cada risa. Cada instante vivido juntos. Es muy duro ver como la vida que tanto quieres cambia de la noche a la mañana. Pero esto es lo que quiero, y lo voy a hacer.
Anoche fue una noche especial. Estaban todos. Raquel y Dani habían salido de su burbuja por unas horas. César había recorrido sus primeros 30 km en coche. Y Lucía y Nico habían dejado atrás sus diferencias para disfrutar de la noche. Estábamos todos. Incluido Carlos, que ya estaba del todo recuperado de su accidente de coche. Estábamos todos y yo me sentía bien. Muy bien. No quería que acabara. Por eso, cuando les dije que me iba, no me creyeron. Lo había decidido hacía mucho tiempo, pero no me había atrevido a contarlo. Cuando les anuncié mi decisión me miraron incrédulos y se mofaron de mí. Pero mi cara les hizo cambiar rápidamente de opinión. Estaba hablando enserio. Y quise morir en ese instante. Laura me abrazó justo cuando comenzamos a llorar juntas. Y a mi mente comenzaron a llegar tantísimos momentos parecidos.
Había pasado mucho tiempo desde que nos conocimos. Habían cambiado muchas cosas. Pero nos queríamos mucho más.
Anoche fue una gran noche. Sin lugar a dudas. Bailamos, reímos y bebimos. Y lloramos. Lloramos mucho. Claro está que de felicidad. Felicidad por haber vivido tantos momentos juntos. Felicidad por haber reído tanto. Por haber sido tan felices, juntos.
Termino de beberme el vaso de leche y vuelvo a la cama. Me acuesto y abrazo fuerte a Marco. Ahora mismo, por lo único que lloro es por la incertidumbre de saber qué pasará con nosotros dos.

7 abr 2011

Él y su sonrisa.

Él. Era él. Él y su sonrisa. No necesitaba más.
Por aquel entonces no era complicado vivir. Solía pasar las mañanas en el instituto. Las tardes las dedicaba a estudiar, y si tenía tiempo... le dedicaba unos minutos a aquella sonrisa. Por aquel entonces yo era feliz. Muy feliz. Me gustaba reir a su lado. Llorar era menos triste si él me abrazaba. Y los días pasaban muy rápido.
Aún recuerdo su voz susurrando mi nombre. Y las noches enteras sin dormir. Imaginando que vendría y me contaría lo mucho que me quería.
La vida era fácil por aquel entonces. No necesitaba más que su sonrisa. Su sonrisa y él.
No recuerdo muy bien que llegó a pasar. Lo que recuerdo es que todo terminó. Terminó como acaban las cosas bonitas. Terminó como todo en esta vida.
Ha pasado mucho tiempo, y aún recuerdo el perfume de su cuerpo. Porque las historias bonitas nunca acaban. Porque en nuestros recuerdos caben más sonrisas que lágrimas.
Ha pasado mucho tiempo. Muchas cosas han cambiado. Otras no. Pero aún recuerdo las cosas bonitas. Y si fuese con él. Yo con él siempre lo intentaría.

2 abr 2011

Segundas oportunidades.

Que se dan. Que nos dan. Que nos damos.
Para intentar se feliz. Para ser feliz.
Porque nadie sabe qué nos deparará el futuro. Y eso solo se sabe viviendo. Apostando. Apostando por que las cosas salgan bien.
Segundas oportunidades que se dan, nos dan y nos damos.
Y tú, ¿me darías una segunda oportunidad?
Y yo, ¿me daría una segunda oportunidad?
Nunca se sabe...