" Uno escribe su propia vida, sólo que, por pudor, la escribe en jeroglífico."
Francisco Ayala.

14 jun 2011

Nada se pudo hacer.

Nada se pudo hacer. Se nos fue el sol por la espalda. La luna se vistió de gala. Y sus zapatos nuevos brillaban en la oscuridad. Nada se pudo hacer y en cambio hicimos mucho.
Su sonrisa en mi boca y la mía en la suya. Su mano pequeña en mi mano grande. Hicimos mucho aunque no lo crean. Ella sabía que todo saldría bien, pero no pudimos hacer nada.
Y no soltó ni una lágrima, ni una sola. A veces me sorprende su fortaleza. Y como es capaz de esconder en una sonrisa todo el dolor que lleva dentro.
Sara es diferente a todo lo que hay por aquí. Y una sola sonrisa puede cambiarlo todo en mí.
Como en aquella noche en la que no se pudo hacer nada y en cambio hicimos mucho.
Llevábamos muchos días sin vernos. Habíamos tenido una pelea y decidimos darnos un tiempo. Y en esa noche decidí que ya no nos besaríamos más. Que lo nuestro había muerto y que no podíamos hacer nada. Yo hablaba y hablaba, trataba de explicarme, pero Sara no decía nada. Sonreía. Y yo no tuve más remedio que sonreír.
Aquella noche acabó todo. Nada se pudo hacer. Pero Sara me había regalado la sonrisa más bonita del mundo. Nuestra última sonrisa. Nada se pudo hacer y en cambio hicimos mucho.

Al cabo del tiempo comprendimos que habíamos hecho mucho. Y que esa no sería nuestra última sonrisa. Que nos volveríamos besar. Pero esa... esa es otra historia.

9 jun 2011

Las cosas que me gustan.

A mí me gusta disfrutar de las pequeñas cosas. De las sonrisas sinceras, y de las que se nos escapan. Me gusta darme cuenta de como se acelera mi corazón. Me encanta sentir.
Me gusta fijarme en los pequeños detalles. Esas miradas llenas de complicidad y temor. De entusiasmo. Me gusta conocer a las personas a través de sus gestos.
A mí me gustan las pequeñas cosas. Me gusta sentarme en el suelo y comer golosinas, y ya está. Hablar y no hablar. Y reír y no reír.
A mí me gustan las cosas sencillas. Despertarme junto a ti y que te guste hasta recién levantada. Me gusta gustarte tal y como soy. Con defectos y virtudes. Con mis cosas raras.
A mí me gusta la gente que lucha con todo su corazón. No me gusta la gente superficial. Me gusta la gente que entiende lo que de verdad importa. Me gusta la gente que entiende que detrás de unas ropas existe una persona. Y eso es lo más importante. Me gustan las personas. Las personas que saben arreglarse por dentro, y no les importa no ir como un pincel a todas partes. Porque no. Porque no es importante y ya está.
A mí no me gusta caer. Pero me gusta levantarme. Sonreír y darme cuenta de que no es tan difícil. De que lo he conseguido. Me gusta que la gente me apoye. Me entienda. Que confíe en mí.
A mí no me gusta el chocolate. Ni el queso. Pero me encantan las golosinas. Todas. Me encantan los anisitos y la regaliz. Me encanta un buen plato de lasaña y un vaso de gazpacho andaluz.
A mí me gustas tú. Tu sonrisa y tu pelo. Tu manera de andar. Y tus cosas raras. Saber que eres tú. Tú y nadie más.
A mí me gusta luchar. Por lo que más quiero. Por las cosas que no me parecen justas. Me gusta cambiar el mundo. O al menos intentarlo. Me gusta la gente comprometida. Que se preocupa. Que sabe.
A mí me gustan las cosas raras. Porque son diferentes. Porque me parecen extraordinarias. Me apasionas las cosas simples. Hasta una llave puede ser increíble.
Me gusta reírme sin más. Ser feliz con poco. Me gusta poner los pies encima del sofá. No me gustan los modales. Porque no. Porque no son importantes y punto.
A mí no me gusta lo convencional. Me gusta sentirme libre. Ser distinta. Y me gustan muchas cosas más. Porque sí.
Puedes pensar que estoy loca, pues vale, quizás lo esté. Pero me encantan las cosas que me gustan. Porque sí. Porque me hacen feliz y ya está.


2 jun 2011

Playas III (1)

Él sabe que llegará. No sabe cuando, pero llegará.
Ha hecho la comida. Pescado y patatas. Para dos. Pero hoy solo comerá uno. Él se desespera. Cada día más. Cuando anochece y termina el día. Y ella aún no ha llegado. Los días pasan lentamente desde que está en la isla. Esa isla mágica. La isla de sus sueños.
Ella siempre le hablaba de la isla. Aunque nunca había estado allí soñaba con que alguien la llevase algún día. Quizás el hombre de su vida.
Por eso cuando él se decidió a hacerlo pensó que sería la mejor forma. Pensó que ella llegaría poco después. Pero han pasado tres días y aún no ha pasado por allí.
Él sabe que llegará. No sabe cuando, pero llegará.