- ¡Mira lo que hago!
Y se sumerge bajo el agua. De pronto, como por arte de magia, surgen a la superficie pequeñas burbujitas.
- ¿Las has visto?
Su pelo rubio, mojado, cae sobre su cara. Y ella, con la sonrisa en la cara, se lo aparta hacia atrás.
- ¿Las has visto? Si quieres hago más...
Y se vuelve a sumergir antes de que yo diga nada. Parece pequeña y frágil, pero solo yo sé que no lo es del todo.
- ¿A que es divertido?
Parece tan feliz con sus burbujitas que siento miedo. Ríe. Ríe sin parar. Y se sumerge en el agua. Bucea un rato. Y luego vuelve. Se abraza a mí, como una lapa, ansiosa de cariño. Y se lo doy. Porque en estos momentos, todo mi amor es su suyo. Todo el amor que guarda en su pequeño cuerpo me basta para vivir. Y su risa, su risa es mi alimento.
- Mamá, ¿cuánto tiempo nos vamos a quedar aquí?. - Dice enrollada en la toalla.
- Ahora vivimos aquí, cariño.
- Me gusta este sitio. El hombre del bar me ha dicho que aquí siempre es verano. ¿Es verdad?
- Sí, de algún modo, sí.
- ¿Y papá? ¿Va a vivir aquí papá?
- No, cariño, papá se queda en Madrid.
Y al decir eso, noto la tisteza en su cara.
- Pero vendrá a vernos, Núria. Además, aquí la escuela es muy bonita, y la maestra es muy simpática. Y podrás nadar en la playa siempre que quieras, te lo prometo.
- Me gusta la playa. ¡Y nadar! - Y se echa a reír, como solo ella sabe hacer.
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