-¡Cógeme si puedes!
Y echó a correr. Corría riendo. Por la arena. En aquella playa paradisiaca. Lejos de todo. Donde solo estaban ella y él.
Y él la observó correr durante unos segundos. Ese bikini le sentaba genial. Y su risa... su risa era su universo. Y entonces decidió ir tras ella. Tras la sonrisa más bonita del mundo.
Corrieron hacia mar, riendo, amándose. Y cuando él por fín pudo alcanzarla la rodeo con sus brazos y se hundieron juntos bajo el mar, abrazados. Nadaron solos durante horas, siempre juntos... dándose mil besos. Porque se querían. Se querían mucho.
- No quiero que esto se acabe nunca, ¿sabes?. - Dijo él mientras la besaba.
- Puedes estar seguro de que nunca acabará. ¿Sabes por qué?
- ¿Por qué?.- Y la estrechó más aún entre sus brazos.
- Porque lo que siento por ti no lo he sentido jamás. Porque sé que eres tú... Sé, que aunque a veces te odie, eres el amor de mi vida. Y jamás te sustituiré por nadie.
Y entonces él no supo que decir, solo pudo abrazarla... cada vez más fuerte.
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