" Uno escribe su propia vida, sólo que, por pudor, la escribe en jeroglífico."
Francisco Ayala.

1 nov 2011

Suya.

Cada sonrisa es suya. Cada beso, cada carcajada. Y los abrazos y los mordiscos. Son suyos. Solo suyos.
Todos sus sueños, sus planes. Son suyos. De nadie más. Y él lo sabe. Sabe que todo eso y mucho más es suyo y de nadie más.
Y las noches. Las mañanas. Las tardes. Y todos y cada uno de los días que vendrán.
Y los días nublados. Lluviosos. Los soleados. Hasta los días raros.
Y las canciones. Y los versos. Las palabras, son suyas.
Su manera de andar. De hablar. De reír.
Su pelo, sus manos, su boca.
Hasta su malhumor, sus desplantes y sus miradas.
Las sonrisas tontas, y la risita. Son suyas y de nadie más.
Sus sonrisas, sus besos, su risa.
Ella. Ella es suya.


12 oct 2011

Playas V

Han pasado más de dos meses y aún no le ha hablado de la isla. Y no es capaz de entenderlo. La isla. Su isla.
Ha soñado tanto con ella. Tantísimo. Ha hablado tanto de ella. Tantísimo. Que no es capaz de comprender que aún no le haya hablado de ella.
Su isla, de nombre impronunciable. Donde se pierde cuando ya no puede seguir. Donde se pierde cuando no tiene ganas de seguir. Donde es ella misma. Y nadie le juzga. Donde es la más bella. Y no caben defectos.
Esa isla que poco a poco va adoptando nombres y apellidos. Esa isla que le ha enseñado a ser feliz. Donde es más feliz que nadie.
Y aún no le ha hablado de ella, y no puede entenderlo. Porque él, más que nadie, se merece saber de la isla.

10 oct 2011

Playas IV

Ahí está. Sola. En el mar. En su isla, en su playa. Ya no sabe quien es. Y menos aún quien quiere ser. Huyó lejos para perderse. Para perder esas inseguridades, esos defectos y esas maletas llenas de ansiedad. Huyó lejos para perderse a sí misma. Porque ya no sabía quien era. Ni quien quería ser. Huyó lejos, a su isla, para encontrase a sí misma.
Y ahí está. Sola. Sin nadie. Sin ella misma. Aún no sabe comprender quien es. Ni quien quiere ser. Está perdida. Perdida en un mundo de gigantes. Un mundo enorme donde ella tan solo es una hormiga débil e indefensa. Porque no sabe quien es. Ni quien quiere ser. Ni mucho menos quien quieren que sea. Quien quieren que sea ellos, los de fuera. Los que le dicen qué debe hacer y cómo actuar. Los que le dicen en quién tienen que confiar y en quién no.
Y ahí está ella. Sola. Perdida. En un mar de dudas. En su mar. En su isla. Comenzando a advertir quien es. Y en quien ha de confiar. Comenzando a advertir que la solución está en sí misma. Que ha de confiar, tan solo, en sí misma y en lo que ella considere. Porque su criterio, el suyo, es el único que vale. Porque, al fin y al cabo, la única que puede saber a ciencia cierta quien es... es ella misma.

5 sept 2011

Lágrimas convertidas en sonrisas.

Y en aquel momento no supo comprender como pudo arrepentirse tanto de aquel beso. Aquel beso, que junto a muchos otros, había conseguido convertir tantas lágrimas en sonrisas. Arrepentirse de besar a la persona que había conseguido sacarle más sonrisas. La que había convertido la tristeza en alegría.
Y entonces le abrazó fuerte, muy fuerte. Le abrazó el día en el que los fantasmas habían decidido hacerle una visita. En el que pensar se había convertido en una tarea angustiosa. Pero no le importó. Le abrazó fuerte y le sonrió.
Ella tenía miedo al amor. Miedo, pánico, horror. Temía enamorarse para más tarde sufrir. Había sufrido mucho. Y llorado. Había llorado muchísimo. Y cada día que pasaba sentía más miedo. Miedo, pánico, horror. A cada paso, cada beso. Hasta el día que comprendió lo que de verdad importaba.
Lo que importaba era poder disfrutar de él. De su sonrisa. De las risas. Y los besos infinitos. Los abrazos. Las palabras. De esas lágrimas convertidas en sonrisas. Y no importaba lo que el destino les tenía preparado.No. No importaban las preocupaciones. Para nada. No.
Lo que importaba eran esas ansias de verle. Comprobar que su corazón se acelerara nada más verle cruzar la esquina. Y besarle, como si no existiera mañana. Regalarle besos para agradecer cada sonrisa. Y no preocuparse por nada más. Nada más.
Quizás llevara razón aquel día. Quizás sea la tercera persona. Quien sabe.

22 ago 2011

El ocaso del odio.

Aquella noche no podía dormir. Hacía mucho calor y el ruido de la calle era insoportable. Se vistió con lo primero que encontró en el armario y salió al balcón.
El aroma a sal la envolvió por completo. La gente en las terrazas parecía estar disfrutando del verano. Y el sonido del mar le recordó quien era.
Después de pasar una mala época no podía sentirse mejor. Las lágrimas no aparecían en cada momento, y las sonrisas surgían hasta en los malos momentos. Blanca sabía como era el infierno. Sabía a que sabía la derrota. Y el odio. Nunca supo como era el amor, porque nunca se quiso a sí misma.
Y el ocaso del odio llegó en el verano en el que no dejó de nevar. Eros se abrió paso en su mundo de odio y entonces los días empezaron a tener sol. Blanca comprendió quien era, al igual que comprendió el valor de una sonrisa. La tristeza no volvió a viajar en primera, y solo aparecía en los momentos en los que era preciso aparecer.
Blanca empezó a sentirse bien justo en el verano en el que no dejó de nevar. En el que, como en las canciones de Sabina, siempre había un sabor amargo y otro dulce.
Y esa noche de verano, en la que no podía dormir, volvió a recordar quien era... Aquella chica sonriente a la que nada, ni nadie podía hacer caer.

16 ago 2011

Lo que él sí sabía.

Hacía ya tiempo desde que ella lo había decidido. Desde que había decidido quién era importante y quién no. Él, sin lugar a dudas, era importante. Y él lo sabía, debía saberlo.
Él sabía que ella nunca había sido feliz. Al igual que sabía como eran sus sonrisas sinceras, como saben sus mejillas al morderlas. Él sabía todo lo que guardaba dentro, como pocos lo sabían.
Sabía a qué sabían las lágrimas que ella derramaba. Sabía lo bien que le sentaban las sonrisas después de llorar. Por eso nunca se alejó del todo, porque sabía que ella le necesitaba. Como al sol. Y los abrazos y las risas. Y las tonterías. Las miradas de complicidad y las carcajadas. Y las canciones...

9 ago 2011

Lo que él no sabía.

Hacía un tiempo que ya no le creía cuando decía que le quería. Cuando decía que le gustaba su sonrisa, cuando decía que le necesita a su lado. Hacía un tiempo que había dejado de creer en él. "Estás cambiada." Le decía. Y ella no podía evitar esa mirada de incredulidad, de desolación. ¿Cómo no iba a estar cambiada si el frío se había adueñado de su cuerpo en pleno verano?
Su corazón estaba herido, apuñalado, destrozado. Y él lo sabía, debía saberlo. Ella era débil como un cristal fino, como el diente de león que al soplarle se divide en partes muy pequeñitas. Por eso siempre intentó hacerlo lo mejor posible, aunque no obtuviera resultado alguno. Porque las personas débiles no saben cuidar de otros. Ella siempre intentó hacer de él una persona fuerte y segura, que dejase atrás esos miedos que le ataban. Destruir ectoplastas. A ella le encantaba escucharle, por que le escuchaba y se escuchaba a sí misma. Y le odiaba, y se odiaba. Él también era débil, muy débil. Quizás la culpa la tuvo la falta de amor propio.
Llegó el día en que él dejo de valorar todo esto. Dejó de valorar las sonrisas, los abrazos, los besos. Las lágrimas compartidas, las risas. Las canciones. Y se dedicó a escavar un agujero en el corazón de ella. Ese corazón tan frágil, tan débil. Y en cambio ella le dedicó solo sonrisas. Desde entonces no había vuelto a ser la misma y él debía saber la razón.
Lo que él no sabía es que hacía un tiempo que ella había dejado de creer en las personas, que había decidido que ella era lo más importante, había decidido creer en ella. Había empezado a dejar atrás a los miedos, esconder las lágrimas y destruir ectoplastas. Había empezado a creer que no tenía la culpa de todo, que era capaz de hacer las cosas bien. Había dejado de odiarse.
Lo que él no sabía es que había decidido que por esa cara no iba a caer ninguna lágrima más.
Así que se decantó por olvidar todo, por continuar. Supo que lo había hecho lo mejor posible, que no quiere decir bien.
Lo que él no sabía es que ella había decidido ser feliz justo el verano en el que no dejó de nevar...

29 jul 2011

Las cosas que nunca te dije.

La noche del once de junio fue una noche especial. Llevaba todo el día estudiando y estaba muy cansada. Para serte sincera, no estaba pasando por un buen momento, me comía la ansiedad cada día un poco más.
La noche del once de junio estaba sentada en el suelo de la calle, comentando con dos amigos lo dura que se nos hacía a veces la vida. Los miedos y las inseguridades. Y entre tanto pensamiento y comentario amargo... me acordé de ti.
Me acordé de ti justo esa noche. Y lo dije, te juro que lo dije... Dije que te echaba de menos, y que te quería mucho.
Me preguntaba cómo te había ido la selectividad, más tarde supe que nunca la llegaste a hacer.
Lo que no entiendo, amiga mía, es como una persona como tú ha llegado hasta esta situación.
Siempre había admirado tu fortaleza, tu manera de ver el mundo y esa personalidad tan fuerte que parecía que nadie la podría destruír. Te prometo que sé que tú no eres así. Te prometo que ya no te admiro. Y ahora, te vas a callar y me vas a escuchar.
Ya no te admiro porque soy incapaz de admirar a alguien que se deja arrastrar por una persona tan miserable. Porque soy incapaz de admirar a una persona que ha caído de lo más alto solo porque ella ha querido. Porque estás haciendo mucho daño a las personas que más te quieren en este mundo. Porque te has jodido la vida.
Y debes saber, querida amiga, que no, tú no eres una persona madura. De hecho, en estos momentos, eres la persona, mayor de edad, más inmadura que conozco. Una persona madura no abandona su casa, no deja su vida así porque sí. Lo has tenido todo, todo en esta vida. Tienes una familia estupenda y no te pienso permitir que lo niegues una vez más. Una persona madura sabe qué es lo que le conviene y lo que no. Sabe lo que es ganarse la vida de verdad. Porque lo que tu haces no es ganarse la vida. Ganarse la vida es trabajar, y si hace falta, hasta que te sangre el cuerpo de tanto trabajar para poder comer y dar de comer a tu familia. Ser una persona madura es quererse a sí misma y a los demás. Ser una persona madura no es destruirse para acabar muerto a los treinta y pico. Ser una persona madura no es meter a sus amigas en movidas de personas miserables. Ser una persona madura no es ser egoísta. Ser una persona madura no es alardear de ser una persona madura.
Y ahora para, y mira a tu alrededor... Puede que no estés de acuerdo con el sistema, que no te guste lo convencional, que la vida de las personas que te rodeen no sea de tu agrado y no compartas ideas políticas con ellas. Muy bien, sé lo que es eso. Pero te juro, que esas personas que he citado antes son muchísimo más respetables que tú, porque puedo estar segura de que la mayoría tiene lo que se ha merecido en esta vida, por su esfuerzo y su dedicación. Tú no vas a conseguir nada bueno.
Se pueden cambiar las cosas de manera más inteligente, como lo ha hecho la gente respetable en este mundo, en este país. Tú nunca serás respetable. Ya no.
La noche del once de junio fue una noche especial. Lo malo vino después.

14 jun 2011

Nada se pudo hacer.

Nada se pudo hacer. Se nos fue el sol por la espalda. La luna se vistió de gala. Y sus zapatos nuevos brillaban en la oscuridad. Nada se pudo hacer y en cambio hicimos mucho.
Su sonrisa en mi boca y la mía en la suya. Su mano pequeña en mi mano grande. Hicimos mucho aunque no lo crean. Ella sabía que todo saldría bien, pero no pudimos hacer nada.
Y no soltó ni una lágrima, ni una sola. A veces me sorprende su fortaleza. Y como es capaz de esconder en una sonrisa todo el dolor que lleva dentro.
Sara es diferente a todo lo que hay por aquí. Y una sola sonrisa puede cambiarlo todo en mí.
Como en aquella noche en la que no se pudo hacer nada y en cambio hicimos mucho.
Llevábamos muchos días sin vernos. Habíamos tenido una pelea y decidimos darnos un tiempo. Y en esa noche decidí que ya no nos besaríamos más. Que lo nuestro había muerto y que no podíamos hacer nada. Yo hablaba y hablaba, trataba de explicarme, pero Sara no decía nada. Sonreía. Y yo no tuve más remedio que sonreír.
Aquella noche acabó todo. Nada se pudo hacer. Pero Sara me había regalado la sonrisa más bonita del mundo. Nuestra última sonrisa. Nada se pudo hacer y en cambio hicimos mucho.

Al cabo del tiempo comprendimos que habíamos hecho mucho. Y que esa no sería nuestra última sonrisa. Que nos volveríamos besar. Pero esa... esa es otra historia.

9 jun 2011

Las cosas que me gustan.

A mí me gusta disfrutar de las pequeñas cosas. De las sonrisas sinceras, y de las que se nos escapan. Me gusta darme cuenta de como se acelera mi corazón. Me encanta sentir.
Me gusta fijarme en los pequeños detalles. Esas miradas llenas de complicidad y temor. De entusiasmo. Me gusta conocer a las personas a través de sus gestos.
A mí me gustan las pequeñas cosas. Me gusta sentarme en el suelo y comer golosinas, y ya está. Hablar y no hablar. Y reír y no reír.
A mí me gustan las cosas sencillas. Despertarme junto a ti y que te guste hasta recién levantada. Me gusta gustarte tal y como soy. Con defectos y virtudes. Con mis cosas raras.
A mí me gusta la gente que lucha con todo su corazón. No me gusta la gente superficial. Me gusta la gente que entiende lo que de verdad importa. Me gusta la gente que entiende que detrás de unas ropas existe una persona. Y eso es lo más importante. Me gustan las personas. Las personas que saben arreglarse por dentro, y no les importa no ir como un pincel a todas partes. Porque no. Porque no es importante y ya está.
A mí no me gusta caer. Pero me gusta levantarme. Sonreír y darme cuenta de que no es tan difícil. De que lo he conseguido. Me gusta que la gente me apoye. Me entienda. Que confíe en mí.
A mí no me gusta el chocolate. Ni el queso. Pero me encantan las golosinas. Todas. Me encantan los anisitos y la regaliz. Me encanta un buen plato de lasaña y un vaso de gazpacho andaluz.
A mí me gustas tú. Tu sonrisa y tu pelo. Tu manera de andar. Y tus cosas raras. Saber que eres tú. Tú y nadie más.
A mí me gusta luchar. Por lo que más quiero. Por las cosas que no me parecen justas. Me gusta cambiar el mundo. O al menos intentarlo. Me gusta la gente comprometida. Que se preocupa. Que sabe.
A mí me gustan las cosas raras. Porque son diferentes. Porque me parecen extraordinarias. Me apasionas las cosas simples. Hasta una llave puede ser increíble.
Me gusta reírme sin más. Ser feliz con poco. Me gusta poner los pies encima del sofá. No me gustan los modales. Porque no. Porque no son importantes y punto.
A mí no me gusta lo convencional. Me gusta sentirme libre. Ser distinta. Y me gustan muchas cosas más. Porque sí.
Puedes pensar que estoy loca, pues vale, quizás lo esté. Pero me encantan las cosas que me gustan. Porque sí. Porque me hacen feliz y ya está.


2 jun 2011

Playas III (1)

Él sabe que llegará. No sabe cuando, pero llegará.
Ha hecho la comida. Pescado y patatas. Para dos. Pero hoy solo comerá uno. Él se desespera. Cada día más. Cuando anochece y termina el día. Y ella aún no ha llegado. Los días pasan lentamente desde que está en la isla. Esa isla mágica. La isla de sus sueños.
Ella siempre le hablaba de la isla. Aunque nunca había estado allí soñaba con que alguien la llevase algún día. Quizás el hombre de su vida.
Por eso cuando él se decidió a hacerlo pensó que sería la mejor forma. Pensó que ella llegaría poco después. Pero han pasado tres días y aún no ha pasado por allí.
Él sabe que llegará. No sabe cuando, pero llegará.

18 may 2011

Amor a primera vista.

- Hola. Verás... que te estaba mirando desde allí... y me he dado cuenta de que eres mi chica perfecta.
- ¿Perdona? Eso no es posible. - Dijo ella mientras reía incredula.
- Claro que es posible. A mí me ha pasado. ¿Nuncas has oído hablar del amor a primera vista?
- Lo siento, pero no creo en eso.
- Yo sí. Me acaba de pasar. Y conforme avanza esta conversación me doy cuenta de que estoy en lo cierto.

15 may 2011

Para los que dedican canciones.

Dicen que la música es el lenguaje del corazón. Yo lo creo así.
La música es capaz de sacarme una sonrisa y darle la vuelta a mi corazón. Capaz de ponerme los pelos de punta. De hacerme soñar.
Soy de las que escucha música alegre para sentirse mejor. De las que se ponen música triste cuando les apetece recordar. De las que escuchan música antes de salir, para motivarse.
Soy de las que tienen una canción para cada momento. De las que piensan que lo más importante de una canción es la letra. Lo que cuenta. Lo que transmite.
Soy de las que son felices escuchando música. De las que no tienen una canción favorita. Sino veinte. Treinta. O mil. De las que su vida es como una canción
Soy de las que les gusta dedicar canciones. De las que sueña con que le dediquen canciones.

14 may 2011

Adelante.

Uno. Dos. Tres. Cuatro. Cinco. Seis. Siete. Ocho. Nueva. Diez. Once. Doce. Trece. Catorce. Quince. Muchos pasos. Hacia adelante.
Muchos pasos, a veces demasiados. Siempre hacia adelante. Con la cabeza bien alta. Y la sonrisa de oreja a oreja.
Caminar hacia adelante. Sin arrepentirse de nada. Porque todo sucede por algo. Porque si no es feliz, no es un final.
Caminar hacia adelante sin ver que estás caminando hacia adelante. Caminar hacia adelante sin dejar de mirar hacia atrás. Porque un futuro no se construye sin un pasado. Porque el pasado no se debe olvidar.
Yo camino hacia adelante, de eso estoy segura. Porque me gusta pensar que no existe un final. Porque mi vida se desarrolla en continuo movimiento. Porque solo así puedo ser feliz.

10 may 2011

Sergio Morales Redondo.

No sé como llamar a esto. Me gustaría que se llamara "Carta de agradecimiento". Para así poder agradecerte millones de sonrisas.
Sonrisas que nacen solas cuando me hablas de lo bueno. Y hasta a veces, de lo malo. Y... ¿Cómo no agradecértelo todo?
Gracias por las sonrisas. Y por las noches sin dormir, hablando de lo dura que nos es la vida a veces.
Gracias por las ilusiones, siempre compartidas. Las risas. La felicidad. La esperanza.
Gracias por los llantos, las desilusiones. Los abrazos. Y los consejos.

Como ya te he dicho, esta es una carta de agradecimiento. Y por ello te doy las gracias.
Gracias por estar siempre ahí. Por escucharme, por apoyarme siempre.
Por ser como eres, con tus defectos y virtudes.
Por los sueños. Por tu sonrisa.
Por los momentos buenos, y por los malos. Por confiar en mí. Por creer en mí.
Gracias, Sergio, por enseñarme tanto. Por aprender de la vida conmigo.
Gracias por crecer junto a mí.
Gracias por ser mi amigo.

Te quiero mucho, Susana.
Felices dieciocho.

9 may 2011

Susana Bailén.

Susana Bailén no está segura de ser quien es. No sabe qué es lo que siente. Se disfraza a menudo, para ocultar sus heridas.
Susana Bailén es la que llora a escondidas. La que llora por nada. También es la que ríe a todas horas, en los momentos menos oportunos. La que ríe hasta parecer una tonta.
Susana Bailén es la tonta, fea y torpe. La que hace cosas sin pensar. La que mete la pata, hasta el fondo.
Susana Bailén no sabe hablar de sus virtudes. Solo ve defectos. La que se odia a sí misma.
Susana Bailén no sabe callar. Dice cosas sin pensar. Sin pensar en las consecuencias.
Susana Bailén es un poco bipolar. Puede ser antipática y simpática a la vez. La borde. La apática. La egoísta. La egocéntrica.
Es la tonta, fea y torpe. La que lo hace todo mal. La mal amiga. La peor hija.
Susana Bailén es la que siempre sufre por amor. La eterna despechada. Susana Bailén es la que se ve muy sola. Incomprendida. Absolutamente sola.
Susana Bailén no sabe decir basta. Se siente mal por todo. Susana es la quejica. La niñata caprichosa. La cabezota.
La que no es capaz de levantarse cuando cae. La débil. Susana Bailén es muy débil. Sensible. Es la mujer llena de cicatrices. Susana Bailén es la cobarde, la que huye. La que no se enfrenta a los problemas. La que solo sabe llorar. La que se mete en su cama y ya no sabe salir.
Susana Bailén es la que no sabe vivir. A la que le cuesta vivir.
Susana Bailén es la que no quiere reconocer un error y lo hace todo mal.
La que llora siempre.
La tonta, fea y torpe.
La débil.
Susana Bailén soy yo.

28 abr 2011

Cuando sobran las palabras.

Hay momentos en los que sobran las palabras. En los que una mirada es suficiente. En los que una sonrisa en capaz de hablar. Hay momentos en los que no sabes que decir. En los que la situación es tan indescriptible que las palabras vuelan de tu boca.
Aquel momento fue uno de ellos.
Me había pasado todo el día quejándome. Digamos que había sido un día realmente malo. Para empezar, Carlos me había llevado al puerto, no sabía que Javi y yo nos conocimos allí. Había reservado en un restaurante donde solo cocinaban pescado, tampoco sabía que soy alérgica. Y me había comprado una caja de bombones, no, tampoco sabía que no me gusta el chocolate. Después de estas y otras más chapuzas, la cara de Carlos era un poema. Me sentía culpable, muy culpable. Aunque aún no entendía por qué. Carlos lo había preparado todo con mucha ilusión y yo se lo estaba fastidiando.
Estabamos sentados en la orilla del mar. El agua empapaba nuestros pies fríos. La luna estaba llena.
- ¿Sabes? Creo que estoy echando a perder la gran oportunidad de mi vida. - Dijo fríamente y sin apenas mirarme.
- Pero... ¿por qué lo dices?
- Por tu cara. Se te nota que no estás contenta conmigo.
- Eso no es cierto - Y realmente no lo era.- Estoy contenta contigo, y muy a gusto además.
- Te quiero Lucía.

Y ya no supe qué decir.

25 abr 2011

Sucede que a veces...

Sucede que a veces llueve durante mucho tiempo. Que el sol tarda en salir. Y los días son siempre grises.
Sucede que a veces la vida se complica. Y el aire se vuelve imposible. Las palabras no alcanzan. Y todo es muy triste.
Sucede que a veces no estamos preparados para vivir. Y es complicado. Complicado de explicar y complicado de entender. Y te sientes sola, tan sola que pareces no existir. Que el mundo se ha olvidado de tí. Que tú no mereces estar aquí. Y quieres huir, huir muy lejos. A otro lugar. Donde alguien sea capaz de entenderlo. De entender que te cuesta vivir. De entender que te sientes muy sola.
Sucede que a veces tienes tantas ganas de huir que quieres morir.

19 abr 2011

Patriota de este país.


No eres más español por llevar una bandera en la muñeca. Ni por gritar "Arriba España". Odiar a catalanes y vascos no te hacen más español.
Yo no soy menos española por ser de izquierdas. Por creer en el progreso y la libertad. No soy menos española por pensar que los inmigrantes no son delincuentes.
Querido patriota de este país, no eres más patriota por criticar la España de Zapatero. Ni defender a la Iglesia Católica. Querido españolito, no soy menos patriota que tú por ser republicana. Por no querer a tu rey.
Patriota de este país, he de reconocer que me produce risa tu patriotismo. Apuesto a que poco conoces de nuestro país. Mucho menos de su historia. Querido patriota que se emociona al escuchar el himno nacional, a mí nunca me ha emocionado y no por ello soy menos española.
Amo a este país. A España. Quizás más que tú. Quizás esas personas que huyen de lo patriótico sean mucho más patriotas que tú. Porque quieren una España mejor. Porque admiran a esta España tanto como la admiro yo, aunque aún no lo sepan, por su historia. Querido patriota, España es muchas Españas a la vez y no por ello es menos España. España es grande como ella sola. Y ser patriota es mucho más que tener una bandera en casa y decir que amas a España.
Quiero que quede bien claro que admirar a Franco no te hace ser más español, ni mucho menos. Yo admiro a Dolores Ibárruri, y no por ello soy menos española.
Querido patriota del siglo XXI, aprende a amar a tu patria de verdad. No hay nada peor que un joven patriota e inculto.
Yo, con mi admirada Pasionaria, mi Himno de Riego y mi bandera tricolor seguiré diciendo que soy tan española como cualquiera.

16 abr 2011

Nada más.

Sube el volumen de la radio. No quiere escuchar nada. A nadie. Sube el volumen de la radio y se convierte en música. Se deja llevar. Baila. Canta. Al ritmo de la música. Y nada más importa. Nada más.

11 abr 2011

Vida nueva.

Me despierto desnuda. Es domingo. Me levanto y corro hacia el armario. Me pongo unos pantalones negros y cortos de deporte y una camiseta azul básica de manga corta. Descalza, camino hasta la cocina. Puedo sentir el dolor del frío en mis pies, pero continuo hasta la encimera de la cocina. Cojo un vaso de cristal, y lo lleno de leche bien fría. Me apoyo en la encimera y entonces... me pongo a pensar.
Anoche había salido de fiesta. Me había graduado. Bailamos, reímos y bebimos. Nos lo pasamos realmente bien. Había comunicado a mis mejores amigos mi decisión de ir a estudiar fuera. Lloramos. Lloramos mucho. Y recordamos. Cada lágrima, cada risa. Cada instante vivido juntos. Es muy duro ver como la vida que tanto quieres cambia de la noche a la mañana. Pero esto es lo que quiero, y lo voy a hacer.
Anoche fue una noche especial. Estaban todos. Raquel y Dani habían salido de su burbuja por unas horas. César había recorrido sus primeros 30 km en coche. Y Lucía y Nico habían dejado atrás sus diferencias para disfrutar de la noche. Estábamos todos. Incluido Carlos, que ya estaba del todo recuperado de su accidente de coche. Estábamos todos y yo me sentía bien. Muy bien. No quería que acabara. Por eso, cuando les dije que me iba, no me creyeron. Lo había decidido hacía mucho tiempo, pero no me había atrevido a contarlo. Cuando les anuncié mi decisión me miraron incrédulos y se mofaron de mí. Pero mi cara les hizo cambiar rápidamente de opinión. Estaba hablando enserio. Y quise morir en ese instante. Laura me abrazó justo cuando comenzamos a llorar juntas. Y a mi mente comenzaron a llegar tantísimos momentos parecidos.
Había pasado mucho tiempo desde que nos conocimos. Habían cambiado muchas cosas. Pero nos queríamos mucho más.
Anoche fue una gran noche. Sin lugar a dudas. Bailamos, reímos y bebimos. Y lloramos. Lloramos mucho. Claro está que de felicidad. Felicidad por haber vivido tantos momentos juntos. Felicidad por haber reído tanto. Por haber sido tan felices, juntos.
Termino de beberme el vaso de leche y vuelvo a la cama. Me acuesto y abrazo fuerte a Marco. Ahora mismo, por lo único que lloro es por la incertidumbre de saber qué pasará con nosotros dos.

7 abr 2011

Él y su sonrisa.

Él. Era él. Él y su sonrisa. No necesitaba más.
Por aquel entonces no era complicado vivir. Solía pasar las mañanas en el instituto. Las tardes las dedicaba a estudiar, y si tenía tiempo... le dedicaba unos minutos a aquella sonrisa. Por aquel entonces yo era feliz. Muy feliz. Me gustaba reir a su lado. Llorar era menos triste si él me abrazaba. Y los días pasaban muy rápido.
Aún recuerdo su voz susurrando mi nombre. Y las noches enteras sin dormir. Imaginando que vendría y me contaría lo mucho que me quería.
La vida era fácil por aquel entonces. No necesitaba más que su sonrisa. Su sonrisa y él.
No recuerdo muy bien que llegó a pasar. Lo que recuerdo es que todo terminó. Terminó como acaban las cosas bonitas. Terminó como todo en esta vida.
Ha pasado mucho tiempo, y aún recuerdo el perfume de su cuerpo. Porque las historias bonitas nunca acaban. Porque en nuestros recuerdos caben más sonrisas que lágrimas.
Ha pasado mucho tiempo. Muchas cosas han cambiado. Otras no. Pero aún recuerdo las cosas bonitas. Y si fuese con él. Yo con él siempre lo intentaría.

2 abr 2011

Segundas oportunidades.

Que se dan. Que nos dan. Que nos damos.
Para intentar se feliz. Para ser feliz.
Porque nadie sabe qué nos deparará el futuro. Y eso solo se sabe viviendo. Apostando. Apostando por que las cosas salgan bien.
Segundas oportunidades que se dan, nos dan y nos damos.
Y tú, ¿me darías una segunda oportunidad?
Y yo, ¿me daría una segunda oportunidad?
Nunca se sabe...

28 mar 2011

El sexo sin amor.

Después del sexo todo se ve distinto. El deseo cede espacio a la fatiga. Se puede observar el eco del placer. La euforia se apodera de nuestro cuerpo.
Después del sexo todo se ve distinto. Incluso nuestra pareja nos puede resultar distinta. Quizás, hasta más bella. Quizás, hasta la única hermosa.

- Quizás esto que te vaya a decir pueda estar fuera de lugar y de hecho, disculpa si te sienta mal, pero... te quiero.

Y ella... no puede evitar echarse a reir.

- Repitelo.

- Te quiero. Pero tomate esto en serio, por favor.

Y lo mira, y se enternece. Nunca lo había visto así. Y le gusta, le gusta mucho.

- Me lo tomo mucho más en serio de lo que crees.

- Me alegro. - Y suelta una sonrisa, por fin. - Pero no me has dicho nada...

- ¿Qué quieres que te diga?

- Pues no sé... si tú me quieres...

- No me lo has preguntado. Pregúntamelo.

- ¿Me quieres?

Y entonces esboza una sonrisa de esas que le dejan mudo.

- Sí, te quiero.

28 feb 2011

Por amor al arte.


Cuando salimos del museo, Elisa parece algo distraída. Ojea algunos de los folletos que nos ha dado la recepcionista. Dentro, parecía ilusionada. Pero, aún así, tengo ciertas dudas sobresi le habrá gustado. Hacer arte e intentar lugar es complicado. No todo el mundo lo entiende.
- Y bueno... ¿qué me dices? - Me mira extrañada.
- ¿Qué quieres que te diga? - Pero su respuesta me extraña más a mí.
- Mmm... No lo sé. ¿Te ha gustado?
- ¿Me tiene que gustar? - Me sonríe.
- No lo sé... - Y ya dudo de casi todo.
- Dime una cosa... ¿qué entiendes tú por arte, Fran? - Me deja estupefacto.
- Pues... cualquier cosa digna de estar en un museo. Sí, es eso ¿no?
- ¿Y una sonrisa? ¿Una sonrisa es digna de estar en un museo, Fran?
Y no sé qué contestar. Me ha dejado sin palabras. ¿Una sonrisa? Pues no sé. Supongo que no. No sé qué prentende.
- Porque a mí, a veces... - prosigue Elisa.- tu sonrisa me parece arte. O cuando escucho la risa de Carlota. O los ojos de la chica del mostrador ¿recuerdas? - La verdad es que no, en ese momento observaba otros ojos. - A mí esos ojos me parecen arte. En cuanto los he visto he sentido una especie de placer, indescriptible. Arte es todo aquello que te hace sentir cosas, que te revuelve el estómago. Aquel documental que vimos sobre Palestina, era durísimo y me hizo sentir mal, muy mal. Pero me hizo darme cuenta de la situación allí. Arte es aquello que las personas hacen sin pensar. Por amor al arte. Como tú con esas esculturas. O yo misma cuando escribo. Arte es aquello que te hace pensar, reflexionar. Y cambia algo en ti. Te hace sentir. Pero el arte no tiene que gustar. El arte tiene que emocionar. Que hacer sentir.
- Vale, entonces... ¿te ha hecho sentir?
Elisa se echa a reír y echa a andar. Y yo, no puedo evitar pensarlo. Es perfecta.

24 feb 2011

Correr.

Entonces comencé a correr. Rápido, lejos. No volví la vista atrás, tampoco volví para despedirme de nadie, ni para arrepentirme de nada. Quería correr, huir, dejar todo atrás, comenzar de nuevo. Deseaba ponerme a prueba, quería saber hasta donde era capaz de llegar. Porque yo ya estaba segura de todo, sabía lo que quería, volvía a ser realmente yo. Y él ya había pasado a la historia, a mi historia. Comencé a correr. Tenía la intención de no parar nunca... porque a la vida hay que mirarla a los ojos y gritarle que eres mucho más fuerte que ella y que lograrás superar todos los obstáculos que te imponga. Comencé a correr con la intención de dejar atrás mis miedos y olvidar mis frustraciones, estaba segura de que lo conseguiría. Comencé a correr cuando me di cuenta de todo, cuando abrí los ojos. Comencé a correr y poco a poco fui dejando de pensar en él, conseguí quitarlo de mi mente, fue un amor frustrado y confuso que me hizo correr, correr mucho... para darme cuenta de que al fin y al cabo no valía la pena seguir esperando. Y entonces... paré.

16 feb 2011

Dieciocho.

Pasa el tiempo. Deprisa. Cada vez más. Y más. Y se va. El tiempo, la risa. Pasa el tiempo, y no de largo. Lo observo, se va. Y mi vida no cambia y cambia a la vez. Se va y no puedo evitar sonreír al verlo partir. Sonreír por la risa, el amor. La risa que ilumina mi vida, la risa que es felicidad.
Pasa la vida y yo sigo igual. Con defectos y manías. Con virtudes y encantos. Pasa la vida. Pero sé que aún tengo mucho que vivir. Que decir. Pasa la vida y sonrío por todo lo bueno que vendrá. Sonrío por mi vida.

14 feb 2011

Me amo.

Me quiero, me quiero mucho. Porque soy la mujer de mi vida. Y nadie me hace tan feliz como yo.
Cuando me despierto agradezco a la vida dormir cada noche conmigo. ¡Qué regalo tan grande! ¡Cuánto me amo!
Nadie me entiende tanto como yo. Y si lloro, me abrazo y me mimo. Qué bueno tenerme cerca. Soy la alegría que inunda mi casa. El amor de mi vida.

8 feb 2011

Ocho de febrero de 2011

No sé como empezar, ni como continuar y menos aún como terminar.
Pero sé qué tengo y qué no. Y hoy, ocho de febrero de 2011, me faltan muchas cosas.
Entre ellas, la más importante, la más presente, tú. Y no sé como empezar, ni como continuar y menos aún como terminar, pero lo cierto es que sé que me haces falta. Que no te tengo.
Y es duro vivir sabiendo eso. ¿Sabes? Seguro que lo sabes... Y seguro también que lo sientes. Pero me dejaste sola aquí, en este mundo difícil y absurdo. Este que jamás lograré entender.
Me dejaste sola y jamás lo lograré entender.
Y la verdad es que no sé como empezar, ni como continuar y menos aún como terminar. Aunque si sé que contigo las cosas irían mejor. Yo sería mejor persona. Y tú estarías orgulloso por ello.
También sé que todo lo que hago es para complacerte. Para que estés donde estés te sientas orgulloso de mí. De como soy.
Todo esto es muy difícil desde que no estás. Y sé que lo sabes.

No sé como empezar, ni como continuar y menos aún como terminar. Solo sé que te echo de menos, y que nunca jamás te olvidaré.
Te quiero, Susana.

2 feb 2011

El don.




Creía en ella, como no había creído nadie antes. Y por eso pudo ser feliz, porque sabía que tenía ese don especial que no todos sabían valorar. El don de los fuertes y los sabios. Ese que se aferra al corazón más rebelde. El que hace a los hombres luchar.
Por eso nunca se rindió, porque sabía que algún día lo conseguiría.

30 ene 2011

Ni hablar.

Sin decir nada a nadie me adentro en mis recuerdos. Sé que no ha sido fácil, pero ahora... Ahora que he llegado hasta aquí no voy a rendirme.

29 ene 2011

Ignorancia.

Porque a veces es mejor no saber nada. Y preguntar, es a veces, una tarea estúpida. No saber, no pensar, no entender. Ignorar lo sabido, enterrarlo en el fondo de una gran fosa construida por tus propias manos, para no recordarlo, para no saber, para no comprenderlo. Porque a veces es mejor no saber nada. Y alejarte del terror, del horror de saber. Para no descubrir nunca la verdad, la fétida verdad. Quemar los libros, las escrituras, la historia. Ver arder el pasado, el ayer, lo lejano y no tan lejano. Para no saber nada, para vivir sin saberlo, para vivir siendo un completo ignorante. Porque a veces es mejor no saber nada. No esforzarse por saber. Vivir sin saber, en la ignorancia. En el desconocimiento. Ignorancia. Necesaria ignorancia. Aquella que no se te pega en la piel. Que no te hace recordar. Lo que sabes. Esa bendita ignorancia que todos anhelan al saber. Y qué grande aquel que ignora el pasado. Qué grande su fuerza de voluntad. Su felicidad. Porque es eso, la felicidad. El que ignora es feliz. Porque muchas veces, es mejor no saber nada.

27 ene 2011

Ahora.

Cuando por fín soy libre. Ahora, es cuando mejor me siento.

25 ene 2011

Playas II

- ¡Mira lo que hago!
Y se sumerge bajo el agua. De pronto, como por arte de magia, surgen a la superficie pequeñas burbujitas.
- ¿Las has visto?
Su pelo rubio, mojado, cae sobre su cara. Y ella, con la sonrisa en la cara, se lo aparta hacia atrás.
- ¿Las has visto? Si quieres hago más...
Y se vuelve a sumergir antes de que yo diga nada. Parece pequeña y frágil, pero solo yo sé que no lo es del todo.
- ¿A que es divertido?
Parece tan feliz con sus burbujitas que siento miedo. Ríe. Ríe sin parar. Y se sumerge en el agua. Bucea un rato. Y luego vuelve. Se abraza a mí, como una lapa, ansiosa de cariño. Y se lo doy. Porque en estos momentos, todo mi amor es su suyo. Todo el amor que guarda en su pequeño cuerpo me basta para vivir. Y su risa, su risa es mi alimento.

- Mamá, ¿cuánto tiempo nos vamos a quedar aquí?. - Dice enrollada en la toalla.
- Ahora vivimos aquí, cariño.
- Me gusta este sitio. El hombre del bar me ha dicho que aquí siempre es verano. ¿Es verdad?
- Sí, de algún modo, sí.
- ¿Y papá? ¿Va a vivir aquí papá?
- No, cariño, papá se queda en Madrid.
Y al decir eso, noto la tisteza en su cara.
- Pero vendrá a vernos, Núria. Además, aquí la escuela es muy bonita, y la maestra es muy simpática. Y podrás nadar en la playa siempre que quieras, te lo prometo.
- Me gusta la playa. ¡Y nadar! - Y se echa a reír, como solo ella sabe hacer.

23 ene 2011

Playas.

-¡Cógeme si puedes!
Y echó a correr. Corría riendo. Por la arena. En aquella playa paradisiaca. Lejos de todo. Donde solo estaban ella y él.
Y él la observó correr durante unos segundos. Ese bikini le sentaba genial. Y su risa... su risa era su universo. Y entonces decidió ir tras ella. Tras la sonrisa más bonita del mundo.
Corrieron hacia mar, riendo, amándose. Y cuando él por fín pudo alcanzarla la rodeo con sus brazos y se hundieron juntos bajo el mar, abrazados. Nadaron solos durante horas, siempre juntos... dándose mil besos. Porque se querían. Se querían mucho.

- No quiero que esto se acabe nunca, ¿sabes?. - Dijo él mientras la besaba.
- Puedes estar seguro de que nunca acabará. ¿Sabes por qué?
- ¿Por qué?.- Y la estrechó más aún entre sus brazos.
- Porque lo que siento por ti no lo he sentido jamás. Porque sé que eres tú... Sé, que aunque a veces te odie, eres el amor de mi vida. Y jamás te sustituiré por nadie.
Y entonces él no supo que decir, solo pudo abrazarla... cada vez más fuerte.

A veces...

A veces siento que le echo de menos. Incluso puedo escuchar su voz pidiendome que no tenga miedo, que él está aquí... conmigo. Puedo sentir sus manos cogiendo las mías, sosteniéndolas, acariciándolas. Y sus labios... rozando los míos, besándome.
Y a veces creo que le echo de menos. Cuando llego a casa y sé que no va a llamar. Que no va a estar. Para regalarme su risa, y con ella el mundo entero. Para decirme que todo irá bien. Que él me esperará, porque siempre va a estar allí.
A veces, muchas quizás, sé que le echo de menos.
Pero otras veces, otras veces siento que él no es para mí, e incluso le llego a odiar. Que vivimos mundos distintos. Y que habrá alguien que me quiera más que él. Que él no me merece. Y que jamás me ha sabido querer.
Pero lo cierto es que le echo de menos, quizás algún día encuentre a alguien mejor que me sepa querer y en quien pensar siempre, pero ahora es él el que ocupa mi mente. Debo ser muy masoquista, pero me gusta pensar que algún día volverá a doblar esa esquina. Y volverá a hacerme feliz.